El fenómeno de la Disrupción Digital y los profundos cambios en los mercados e industrias provocados por los llamados “unicornios” (los ya clásicos ejemplos de Uber, Airbnb, Spotify, etc.), han hecho lanzar a las empresas tradicionales, de forma más o menos consciente, programas de Corporate Entrepreneurship (para desarrollar la aptitud para emprender, el espíritu emprendedor). Sin embargo, como suele ocurrir en el mundo empresarial, cuando un término, metodología o enfoque se pone de moda, se corre el riesgo de perder de vista lo que representa y olvidar su verdadero significado.
En particular, cuando se trata del espíritu empresarial, resulta aún más difícil entender el concepto que subyace en el término, considerando que se carece de una definición clara e inequívoca incluso en la literatura especializada. De hecho, se puede decir que no hay una transposición al lenguaje de los negocios de las diversas definiciones de una matriz más académica – en cuyo mundo, de hecho, se debate e investiga desde hace más de 30 años. Intentemos, pues, arrojar más luz sobre la cuestión, con el fin de fomentar una mayor conciencia de las oportunidades que permite este enfoque por parte de los directivos de las empresas establecidas.
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Qué significa el espíritu empresarial de las empresas
En primer lugar, el concepto de Corporate Entrepreneurship nace de la unión de dos términos, aparentemente no relacionados, pero que en realidad, tomados en conjunto, adquieren un nuevo significado, a saber, la introducción de un nuevo impulso empresarial en una empresa establecida. Mientras que lo que es una “Corporación” está inmediatamente claro, una definición pragmática de “Espíritu Empresarial” se refiere a la capacidad de descubrir y explotar oportunidades de negocio nuevas y potencialmente rentables.
Aplicar el espíritu empresarial de forma estratégica significa difundir la semilla del espíritu empresarial dentro de la organización y alimentar una cultura de innovación y experimentación, de modo que puedan darse las condiciones necesarias para la renovación continua y para reducir los riesgos asociados al lanzamiento de nuevas iniciativas.
Cómo introducirlo
El objetivo, en esencia, es el mismo que el de las empresas de nueva creación. El éxito de la innovación depende de la capacidad de los empresarios para ver en una idea innovadora la oportunidad de un nuevo negocio por el que merece la pena apostar y arriesgar. Por lo tanto, al igual que las start-ups, las empresas también deben encontrar entre sus empleados a aquellos con más espíritu emprendedor, dispuestos a asumir nuevos proyectos para llevarlos a cabo en paralelo a la actividad principal.
Hay varias formas de dar a las empresas un sello empresarial. Se puede seguir un enfoque puramente interno, aprovechando los propios activos y recursos de la empresa, realizando así un modelo de “Intrapreneurship”. Para ello, en primer lugar es necesario contar con (1) un nuevo modelo organizativo, que incluya funciones y estructuras ad hoc, diseñado para dar a las personas la oportunidad de implicarse como verdaderos empresarios dentro de la organización.
La consecuencia natural de estos cambios es la consecución progresiva de una verdadera (2) cultura de la innovación. Los “genes” de la innovación deben extenderse de forma generalizada y convertirse en el elemento definitorio del ADN de la propia empresa, transformando las métricas, las competencias y los mecanismos de incentivos. Por último, cada pista de innovación emergente debe estar integrada en un proceso que, a través de repetidas iteraciones, le permita pasar de ser una idea abstracta a un modelo de negocio validado por el mercado, hasta convertirse en una fuente de ingresos sostenible.
Este tipo de enfoque va bien con el caracterizado por una perspectiva abierta, según la cual la empresa, para innovar, debe aprovechar la colaboración con otros actores de su ecosistema (como start-ups, universidades, centros de investigación, etc.). De hecho, para adoptar eficazmente el espíritu empresarial, las empresas deben ser capaces de aprovechar plenamente las oportunidades que se presentan fuera de sus propias fronteras: es en este sentido que las iniciativas de innovación abierta pueden entenderse como parte de un modelo más amplio de espíritu empresarial, en el que las relaciones recíprocas entre los empresarios de dentro y fuera de la empresa son la verdadera clave de la innovación.
… y con qué resultados
Las implicaciones prácticas de la adopción del espíritu empresarial pueden ser múltiples, con impactos en la organización, el mercado y el modelo de negocio, y de magnitud imprevisible. Sobre todo, no hay -y muy probablemente no puede haber- una respuesta común para todas las diferentes realidades que aplican los principios de este enfoque.
Intentemos, sin embargo, al menos a un alto nivel y simplificando la realidad, identificar algunos resultados que pueden esperarse. En efecto, transformarse en una organización caracterizada por una fuerte orientación empresarial hace que una empresa sea capaz de afrontar los retos que el mercado le planteará en 3 direcciones:
- replantearse su Propuesta de Valor innovando en productos/servicios o mercados objetivo;
- renovar su organización replanteando las actividades, los recursos, los procesos y las asociaciones;
- cuestionar su orientación estratégica replanteando radicalmente su modelo de negocio.
La primera dirección es la que más se acerca a las definiciones de innovación de la oferta (producto/servicio) y de la mejora continua, mientras que la segunda se refiere a la renovación de la infraestructura sobre la que descansa todo el proceso de innovación; esta innovación organizativa incluye nuevos procesos, nuevas herramientas, nuevas competencias, nuevos roles y nuevos socios. Por último, la tercera dirección es la que implica una transformación más “extrema”, que lleva a la empresa a un entorno competitivo -en el sentido porteriano del término- completamente diferente del anterior.
Una visión más consciente de lo que significa “hacer empresa” es el primer paso para abordar el complicado reto de la innovación. A continuación, en función de los retos a los que hay que hacer frente, de las características de la organización, del contexto en el que opera y de los objetivos estratégicos que se persiguen, deben diseñarse iniciativas y acciones ad hoc que permitan una verdadera transformación empresarial.
Por Andrea Cavallaro y Andrea Gaschi.
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