Los estudios de organismos internacionales son terminantes: para 2025 habrá 149 millones de nuevos trabajos vinculados a la tecnología digital, y en 2050, el 75% de los trabajos se vincularán a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y/o la matemática (llamados STEM). Pero, a su vez, el 90% de los jóvenes de Latinoamérica dicen que hay frenos para estudiar una carrera de esta índole. Para colmo, la pandemia de covid-19 evidenció que falta inversión en la región para posibilitar mejoras en la educación de profesionales digitales, desafío que abarca esferas públicas y privadas dentro de un sector que crece muchísimo.
Además, que falten especialistas en estos rubros puede conllevar menos competitividad respecto al mundo desarrollado (de hecho, muchos jóvenes graduados de carreras digitales o científicas trabajan para empresas del Primer Mundo), desigualdad creciente, menos innovación, más brecha digital y de género, menor producción mundial de riqueza, etc.
Una necesidad imperiosa
Según los especialistas, una solución radica en fomentar las vocaciones científico-tecnológicas en la gente más joven. Y, de hecho, hay varios proyectos en Latinoamérica para fomentar este tipo de talentos en los colegios. Pero no parecen bastar porque, en definitiva, el gusto por una carrera se gesta no solo en la escuela, sino también en la familia (cuando se es niño). Es importante mostrar la ciencia, la tecnología, la matemática y la ingeniería desde ópticas nuevas más amenas que exhiban cómo se pueden aplicar a la vida cotidiana y contribuya a la integración de estas áreas de conocimiento en el desarrollo social.
Parte de esto representan las enseñanzas lúdicas, que incorporan la mecánica del juego como técnica pedagógica. Por ejemplo, en el aprendizaje de la matemática puede mediar la participación de la familia para hacerlo más didáctico y entretenido. Asimismo, hay proyectos de robótica para fomentar la creatividad científica.
Es necesario dar por tierra con el rechazo a la educación informal o al uso de tecnología como complemento al aula tradicional. De hecho, hay plataformas que estimulan a los jóvenes a ser agentes del cambio al propulsar el pensamiento crítico, la creatividad, la curiosidad, la perseverancia, y la posibilidad de fallar como parte intrínseca del proceso. Se aparejan los estudios científico-tecnológicos con el juego y con la adaptación de las teorías a la vida real.
Para solucionar esta problemática es vital contar con el compromiso de todos los agentes involucrados. A su vez, esto sirve para que los adultos del mañana tomen noción de lo imprescindible que resulta buscar el bien comunitario y no solamente el individual.
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