La mayoría de los países están implementando o desarrollando métodos de descarbonización. Impulsados por las sociedades y organizaciones ambientalistas, pero también por una necesidad propia de cuidar los recursos naturales, las naciones ya no pueden darse el lujo de seguir contaminando sin pensar en el daño ocasionado a la Tierra.
Esto se vuelve aún más relevante en los procesos para generar energía. Aunque también plantea varios desafíos.
Aún hoy, gran parte de la matriz energética internacional se basa en combustibles fósiles como el carbón y el petróleo. Los científicos ya demostraron que la producción de estas sustancias dañan a los ecosistemas, incluido al ser humano. Por ese motivo, impulsan a los líderes globales a generar cambios profundos en poco tiempo.
Sin embargo, realizar una transición de los combustibles fósiles a los renovables no es un camino sencillo. Este proceso requiere tiempo y recursos económicos, dos capitales que no todas las regiones del planeta tienen. Pero al ser una problemática que afecta a todos por igual, las naciones más ricas y las empresas con operaciones internacionales deben generar el contexto indicado para que la mayor parte de la población global se vuelque a la descarbonización.
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¿Qué es la descarbonización?
La descarbonización es un proceso en el cual un país, una empresa e incluso una persona, aunque a menor escala, reducen o llevan a cero sus emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Por sus características, esta sustancia generada a partir de distintas actividades productivas del ser humano se concentra en la atmósfera y absorbe una buena parte de la radiación solar que llega a la Tierra. Esto provoca un aumento gradual de la temperatura en un proceso llamado “Efecto Invernadero” al que se atribuye el calentamiento global.
Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), durante el 2021 las emisiones de este tipo relacionadas a la generación de energía fueron de 36.3 millones de toneladas, un 6% más en comparación al año anterior. Esta cifra representó un récord histórico y preocupó a los científicos que se dedican al estudio del medio ambiente.
En 2020, debido a la pandemia y al cierre de gran parte de la actividad productiva global, la contaminación descendió. Pero con el final de la pandemia y de las restricciones, se recuperó e incluso se intensificó la emisión de carbono a la atmósfera. Cifras presentadas en el Consejo Mundial de Energía del 2021 revelan que el 30% de la generación de CO2 global ocurre en China, mientras que Estados Unidos el 13.8% y la Unión Europea el 7.9%.
Esto no solo ocurre por la generación de energía, sino también por otras actividades productivas humanas como la ganadería y la agricultura intensiva, que se practican en distintas regiones del planeta con el objetivo de generar alimentos para toda la humanidad. Al analizar este contexto, los expertos explican que es necesario reducir la tasa de emisión de carbono a cero en el futuro cercano. Y a este proceso se lo describe como descarbonización.
“El cambio climático es generalizado, rápido y se está intensificando”, afirma el último estudio llevado a cabo por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU. Mientras que Oliverio Álvarez, socio responsable del Área de Regulación en Energía de la consultora Deloitte, agrega que: “Para estabilizar el clima será necesario reducir de forma relevante, rápida y sostenida las emisiones de gases de efecto invernadero para, finalmente, lograr cero emisiones netas de dióxido de carbono (CO2), el principal causante del cambio climático”.
¿Cuál es el objetivo de la descarbonización?
El objetivo final es lograr la neutralidad de carbono, lo que significa volver a los niveles de CO2 presentes de forma natural en la atmósfera antes de la intervención humana.
Cómo se hace una descarbonización
En la actualidad, no existe un único proceso de descarbonización. En relación con la producción de energía, donde se concentra la mayor cantidad de emisiones de CO2, se pueden tomar acciones antes de extraer los recursos, una vez utilizada la energía pero antes de que los gases lleguen a la atmósfera y, por último, también existen procesos que retiran la contaminación ya acumulada.
Acciones de prevención
Aquellas regiones con países catalogados como “Desarrollados” han firmado acuerdos internacionales en los cuales se comprometen a reducir sus emisiones de carbono. El más conocido es el Acuerdo de París. Este fue firmado por 196 países y entró en vigencia en 2016. Todas las naciones que participan acordaron “limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2 Cº, preferiblemente a 1,5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales”.
Para lograr este objetivo, se entiende que la transformación global no solo debe ser social sino también económica. Es por esta razón que se toman medidas a largo plazo que incluyen financiamiento a países menos desarrollados, impulso a nuevas tecnologías que permitan un mayor grado de sustentabilidad en las actividades productivas y fomento de capacidades innovadoras.
De todas formas, este acuerdo internacional no es el único porque también existen otros planes que implementan las regiones. El ejemplo más claro de esto es Europa, que se propuso ser el primer continente sin este tipo de contaminación por CO2 para el año 2050. Para conseguir esto elaboró una estrategia de acción con distintos hitos a cumplir. El primero de ellos es reducir las emisiones de carbono en un 55% en comparación a las cifras de 1990.
A estas decisiones se las considera como “precombustión” porque tienen como objetivo atacar el problema de raíz. Es decir, evitar directamente la producción de combustibles fósiles.
El mayor desafío de este tipo de políticas públicas es implementar un sistema energético sustentable al mismo tiempo que se descarta o minimiza el modelo anterior. En ese sentido, es prioritario entender que las poblaciones no pueden quedarse sin energía. Pero para adaptarse al nuevo contexto es necesario repensar las fuentes de energía y los métodos de extracción. El ejemplo más claro de esto es la utilización de energías renovables como la eólica y la solar en reemplazo de los combustibles fósiles.
Acciones de remediación
Estas son acciones que se toman una vez que los gases de efecto invernadero ya fueron emitidos a la atmósfera.
Una de las técnicas más novedosas para llevar a cabo este tipo de tareas se llama captura y almacenamiento de carbono (CAC). Este proceso consiste en retirar el CO2 del aire, separándolo del nitrógeno y otros gases, para luego inyectarlo en los pozos petroleros o gasíferos donde quedará atrapado bajo tierra. Otra opción es utilizarlo en distintas industrias, como la alimenticia o la textil, donde tiene múltiples usos.
Otras opciones son las tecnologías de geoingeniería, como la fertilización oceánica y la inyección de aerosoles estratosféricos, que son métodos polémicos debido a su posible impacto en los ecosistemas.
Acciones de adaptación
Estas son acciones que se toman para adaptarse a los cambios ya producidos por el cambio climático, sin intentar revertirlos.
Un ejemplo de adaptación es la construcción de diques o la reforestación de zonas afectadas por la deforestación. También se incluye aquí la elaboración de políticas públicas que buscan cuidar el agua potable y regular la temperatura de las grandes urbes.
Desafíos de la descarbonización
El principal desafío de la descarbonización es la transición energética. Cambiar de un modelo productivo a otro implica un esfuerzo enorme que no todos están dispuestos a hacer. Esto es aún más complicado cuando se trata de regiones con economías basadas en la extracción de combustibles fósiles.
La economía circular es otra de las grandes barreras de la descarbonización. Aunque el concepto de economía circular busca minimizar el desperdicio y aprovechar al máximo los recursos, en la práctica se enfrenta a obstáculos como la resistencia al cambio y la falta de infraestructura adecuada.
La coordinación internacional es fundamental para abordar el problema del cambio climático de manera efectiva. Sin embargo, existen tensiones geopolíticas y conflictos de intereses que dificultan la cooperación entre países.
Además, la descarbonización plantea desafíos técnicos y científicos, ya que requiere el desarrollo y la implementación de nuevas tecnologías y prácticas sostenibles.
ESG y descarbonización
Conclusiones
La descarbonización es un proceso necesario y urgente para combatir el cambio climático y proteger el medio ambiente. Requiere acciones a nivel global, regional y local, así como la colaboración de gobiernos, empresas y sociedad civil.
Si bien existen desafíos y obstáculos en el camino hacia la descarbonización, también hay oportunidades para la innovación, el desarrollo económico sostenible y la mejora de la calidad de vida de las personas.
La transición hacia un futuro descarbonizado no será fácil ni rápida, pero es esencial para garantizar un planeta habitable para las generaciones futuras.
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