Algo que suele ocurrir mucho más de lo que creemos es que los responsables de la toma de decisiones en las empresas subestimen, a la hora de definir o instalar una nueva tecnología, la ayuda de un profesional externo que brinde una mirada complementaria. Y también, que renuncien al contrato de servicio y soporte de esa nueva tecnología adquirida. Por lo menos, esto ocurre al principio, hasta que caen en la cuenta de que necesitan ayuda.
Analistas exponen que, en sus conversaciones con fabricantes o responsables de almacenes, varios de ellos les han confesado que, si pudieran volver el tiempo atrás, antes de lanzarse con una fuerte inversión en una herramienta o solución novedosa, primero consultarían con alguien que entienda sobre esa tecnología a adoptar.
Imagínese a una compañía que invierte varios millones en dispositivos o maquinarias de última generación, y falla en la conexión, el mantenimiento o incluso en la elección de esas nuevas herramientas adoptadas. Invertir en tecnología es solo una primera parte, sostienen los expertos. Luego hay todo un camino por recorrer, que incluye la instalación, el control y la gestión de esas nuevas soluciones y herramientas adquiridas. Pero, previo a todo eso, debe haber asesoramiento.
Desde ese lugar marcan que, por ejemplo, la única forma de asegurar actualizaciones continuas de un sistema operativo (SO), o de los parches de seguridad en los dispositivos móviles de la empresa, es contando con un plan claro de mantenimiento.
“Tanto las actuaciones rutinarias como las revisiones del sistema pueden ser complejas”, advierten y añaden que “si se quiere tener éxito en cualquier proyecto, es fundamental compartir los objetivos e ideas con un equipo de servicios profesionales antes de pagar por la implantación. Y aceptar siempre los planes de mantenimiento o los programas de soporte que se ofrezcan en el momento de adquirir cualquier tecnología”.
Si deciden enunciar al contrato de servicio y soporte de una tecnología, posiblemente ocurra que cuando se dispare un problema no tengan a quien acudir y, por lo tanto, deban resolver el problema solos.
Allí es cuando las empresas llaman casi desesperadas a las organizaciones proveedoras de la tecnología para ver quién puede ayudarlas. Con lo cual, allí “la prioridad que nos asignen dependerá de lo que estemos dispuestos a pagar, y el costo del servicio, el ticket de reparación o la sustitución del artículo suele ser mucho más alta que la prima de cualquier programa de soporte”, cierran.