En la era digital podemos crear una empresa en cuestión de minutos. La inteligencia artificial facilita la búsqueda del nombre adecuado de manera rápida, mientras que ciertas aplicaciones permiten obtener el diseño del logo casi al instante. Completando todo con un rápido registro como monotributista, nos convertimos en empresarios en muy poco tiempo.
No obstante, acá es donde comienza el desafío real. Hay cuestiones que deben ocurrir antes de afrontar el complicado camino del emprendimiento en Argentina. Muchos emprendedores, tras tener éxito en la creación de su empresa, se enfrentan a sus mayores inquietudes relacionadas no con el acto de crear, sino con el de criar.
Apadrinar a una organización
El concepto de criar una organización no difiere mucho del proceso de criar a un niño. Todo redunda en poseer un vínculo sano (demostrar cercanía emocional hacia los empleados), establecer límites y normas (para otorgar estructura y orientación a los subordinados), entablar comunicación efectiva (fomentar intercambios abiertos y respetuosos), modelar comportamientos positivos (dar el ejemplo en cuanto a actitudes que se pretendan de los empleados), apoyar el desarrollo (construir un entorno seguro y estimulante que promueva oportunidades de crecimiento y estimulación), ejercer una disciplina positiva (guiar a los otros a comportarse apropiadamente) y fomentar la autonomía (alimentar la independencia y la toma de decisiones por cuenta de los propios empleados).
Al igual que con los hijos, fundar una empresa no es la parte más compleja. El verdadero desafío comienza con su crianza. Aquí yace la tarea más grande: acompañar el desarrollo de una entidad, siendo consciente de que en gran medida será lo que nosotros queramos. Todos tienen alguna idea de cómo debe ser una empresa propia en términos de cultura, pero es difícil plasmar en un manual todas las acciones a llevar a cabo para alcanzar esa visión inicial. La cultura organizacional es un proceso de crianza continua, ya que la empresa es un organismo vivo que evoluciona cada día.
Así como en la evolución de los seres vivos, las organizaciones también experimentan cambios a lo largo del tiempo. Cada generación de líderes transmite el ADN cultural a la siguiente, con pequeñas mutaciones que, con el tiempo, pueden transformar completamente la organización. La cultura empresarial es el código genético, un programa con instrucciones para llevar a cabo ciertas acciones, modelos de trabajo, comunicación, gestión y liderazgo. Transmitir cultura no se logra únicamente con discursos o presentaciones, sino a través de acciones concretas y coherentes.
El crecimiento de una compañía requiere una fuerte dosis de habilidades de crianza para desarrollarla sólidamente desde sus primeros años. Así como en la crianza de un niño, las primeras decisiones que enfrentan los fundadores de una empresa, como cómo se comunican, a quiénes contratan, cómo manejan los éxitos y fracasos, son aspectos críticos que forjan la cultura de la organización.
Criar una organización es como ser testigo de milagros cotidianos, presenciar cómo una entidad propia se desarrolla y crece. Siempre es posible cambiar, evolucionar y transformarse, pero ello implica salir de la zona de comodidad y buscar un nuevo estado deseado. La cultura organizacional es el corazón de la empresa, y su crianza adecuada es clave para su éxito y supervivencia a lo largo del tiempo.
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