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Por qué podría ser hora de replantearse la existencia de las contraseñas

Las adoptamos masivamente hace medio siglo sin descanso, son la solución mágica a la privacidad y su uso aparejado a la seguridad informática se extendió sin cuestionamientos. Pero tal vez estemos en tiempo de implementar otras técnicas.

Publicado el 06 Jul 2022

Contraseñas

Aunque parezca extraño, es factible que estemos en una nueva era donde las contraseñas pasen a ser parcialmente obsoletas. Esto es por los nuevos desarrollos en materia de verificación de identidad basados en la biometría, la conducta y las huellas dactilares. Y porque, en la actualidad, las contraseñas terminan siendo anticuadas ante la exigencia de verificar tantos accesos a multiplicidad de aparatos y aplicaciones.

 De hecho, las empresas se están apartando de las contraseñas convencionales y acercándose a identificaciones de baja fricción para cuidar a los trabajadores híbridos: las autenticaciones adaptables de múltiples factores aumentaron un 39% en el último año, y las biométricas, un 48%.

Adoptamos las contraseñas a principios de los 1970 como parte de la naturaleza de la seguridad en los sistemas, pero es necesario volver a cuestionarse el porqué de su uso si acaso antes no existían: para reconocer quién es quién en un mundo cada vez más inundado de información intangible. Sin embargo, estas claves no están ligadas a una persona específica porque alguien no es sus claves, sino que simplemente las memoriza y las usa (o sea, cualquiera puede suplantar identidades usando los mismos códigos).

Por ello, utilizar una contraseña como único medio de seguridad informática es incongruente con un mundo digital poblado de muchos sistemas y aplicaciones vinculados entre sí. Eran muy útiles cuando nacieron, pero hoy en día, gestionarlas consume muchos recursos. La masificación de los sistemas requiere cambiarlas, pasar de algo que simplemente uno sabe a algo que uno es o que se tiene.

Hacia una identificación más compleja

En la actualidad hay otras formas tecnológicas semejantes pero distintas a las contraseñas para registrar las identidades con seguridad. Estas técnicas están conectadas con un segundo factor de validación personal que pasa a ser algo que se es (algún rasgo biométrico de la cara, las huellas digitales, el iris o la palma de la mano) o que se lleva consigo (el celular o el token de seguridad). Y así, si otro supiera la contraseña, habría una segunda forma de acceso. Se trata de crear un balance entre la seguridad y la sencillez en el uso para que las empresas puedan proteger a su público.

El motivo guía de este concepto es adaptarse al nuevo mundo hiperdigitalizado donde una persona que utiliza algún sistema no deba acordarse de tantas contraseñas, ya que verificar su identidad será algo que es y algo que tiene. El campo está allanado para el cambio dada la creciente conciencia de parte de las personas, los gobiernos, las organizaciones y las empresas.

Es necesario que haya un segundo factor de autenticación en el control de acceso a los sistemas para evitar que quien sufre la pérdida o el hurto de sus contraseñas quede desguarnecido. Dejar a un lado las contraseñas beneficiará a los usuarios y a sus sesiones, y conducirá a más seguridad en este mundo digital.

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Redacción InnovaciónDigital360

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