En 2020, la generación de basura tecnológica en México sobrepasó los 1,2 millones de toneladas métricas, que si lo comparamos con las cifras de 2015 es un incremento de casi el 18%. De acuerdo a un informe del año pasado lanzado por la ONU, de todo el residuo electrónico que se generó en Latinoamérica, sólo el 3% de ese total se recogió y gestionó en forma correcta.
La realidad marca que a medida que la tecnología evoluciona y van apareciendo nuevos aparatos electrónicos, también se van incrementando los desechos. Este mismo informe elaborado por la ONU describe que entre 2010 y 2019 aumentó un 50% el volumen de basura electrónica en 13 países de Latinoamérica.
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Resolviendo la cuestión
En el último tiempo, en México aparecieron algunas compañías que comenzaron a enfocarse principalmente en el reciclado de estos artículos, direccionando sus fuerzas hacia una correcta disposición y reutilización de electrónicos obsoletos. De esta manera, lo que logran es reducir la extracción de materias primas vírgenes.
Este tipo de compañías se basa en un concepto que cada día cobra mayor relevancia: hablamos de la Economía Circular, que según su definición consiste – entre otras cosas – en reciclar, renovar, reutilizar productos y materiales existentes todas las veces que sea posible, con el fin de crear un valor añadido.
Reciclaje y reutilización
Por ejemplo, una de las organizaciones -según datos del portal Mural- procesa 80 toneladas de residuos al mes, que incluyen herramientas eléctricas, taladros, máquina de impresión; etc.
En el caso de esta compañía, trabaja con diferentes sectores de la industria a los que le interesa ser más “amigables” con el medioambiente. Las tiendas minoristas, empresas del sector automotriz o farmacéutico son los más interesados en estas prácticas.
Con los productos que se recolectan hay dos alternativas posibles: el reciclaje o la reutilización. Si deciden la segunda alternativa, se salvan los componentes del artículo que aún tengan “vida útil” y puedan transformarse en Kits educativos de tecnología o donaciones a instituciones educativas. En cambio, si se inclinan por la primera opción, a partir de los productos se obtienen materias primas como plástico, cerámica, metal ferroso o no ferroso.
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